viernes, 29 de julio de 2011

viernes, 15 de julio de 2011

comienzo de...

Seis horas y media de descanso es suficiente. Cuando el café acabe de dilatar mis pupilas empiezo. Escribo porque el mundo me da un sueño infinito, escribí hace años. A veces me pregunto porqué otros también lo hacen, por ejemplo anoche leí de Mario Bellatin: “En un comienzo creí que el placer, o más bien, la obsesión de escribir, estaba en apreciar la aparición de las palabras por sí mismas.” No sé, son palabras que suenan algo presuntuosas. También recuerdo los motivos que dio Cesar Aira en una conferencia “Me hice escritor porque es la única profesión en la cual se respeta ocupar la tarde leyendo novelas”. Tampoco me convence. Como si hubiera un motivo para dejar pasar los años viendo como nuestras palabras se acumulan en un cuaderno, en la hoja de la máquina de escribir, en un archivo de la computadora. El único motivo que ahora encuentro razonable es el siguiente: Dios es un reverendo hijo de puta.
En siete minutos empiezo. En general el anterior texto no estaba absolutamente mal escrito, se llamaba la casa de las repeticiones…

Como la circunferencia de la tasa conserva el borde de la espuma del café con leche conservo en algún lugar del paladar el sabor del mismo. Que estupidez, ahora mis pensamientos parecen relacionar palabras de forma tan virtuosa como Juan José Saer. Nunca pude saber para que mierda él escribía El argumento de la casa de las repeticiones era simple pero contundente: Que pasa si consideramos a Dios nada más que un nombre, un molde, un recipiente que se puede ampliar o restringir según el propósitos para el que se utilice. Aunque la narración comenzó bien, lamentablemente no pudo ser.
Tal vez lo más práctico es que me traslade al patio y escriba en el cuaderno antes que padre se levante y complique todo. Antes de la casa de las repeticiones tengo otros seis o siete… ¿Cómo los llamo? Novelas, narraciones, ensayos, cuentos largos. De ninguno puedo sacar una línea que valga la pena pero todos hablan de lo mismo. No me importa. Que todo el mundo me chupe la verga, que Dios especialmente me chupe la verga. De todos modos el café ya hizo efecto. En tres minutos empiezo ya que tengo la cabeza despejada como para hacerlo. Hace semanas que no consumo marihuana, no tomo una gota de alcohol para poder levantarme con todas mis facultades despiertas para escribir en relación al ser que permanece inmutable…



Las hendijas tapadas con pelos del turbo, en máximo, apenas dejan pasar por el costado una franja de viento. El hijo corre inconscientemente hacia una esquina la almohada húmeda, traspirada que tuerce su cabeza y el cuerpo queda tendido, en completa oscuridad únicamente sobre el colchón.
Media hora después no puede seguir conteniendo las imágenes oníricas que se mezclan velozmente en su cabeza y abre los ojos de golpe. Orina en el baño y al regresar se arrodilla en el piso de madera. Sosteniendo los antebrazos en el borde de la cama comienza a rezar.



Diez y media de la mañana, una brisa agradable hamaca suavemente los arbustos del patio. En cinco minutos empiezo. Me importa una verga que llegue a los treinta años y sea día laborable. Incluso puedo continuar en estas circunstancias el resto de la jornada: Delante de una hoja en blanco que espera el estiletazo de la lapicera sospechando que la vida no tiene sentido, que es un malentendido, que todo es contradictorio, etc., etc.

En que mierda estoy pensando. La única contradicción de este mundo en el que todos son bastante razonables es que Dios no haya acabado con mi vida. Ahora me acuerdo de un cuento de Mario Bellatín que se llama Perros héroes, el protagonista supuestamente es el mejor entrenador de perros del mundo pero es una persona que esta inmóvil, que es cuadripléjica y se traslada por sus asistentes en una silla de ruedas. En el siglo III la teología gnóstica concebía al ser superior de una manera semejante: Ascendiendo por una escala de tres, siete, o doce, seres emanados se llegaba al demiurgo que era un Dios tan inaccesible que no tenía que ver con nada. Lo cual me recuerda también el famoso cuento El flautista de Hamelin: Una melodía celestial precipita a un ejercito inmundo e infinito de ratas al fondo de las aguas del rio.

Tampoco puedo dejar de pensar en el pasaje del génesis que indica que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Millones de hombres en el transcurso de la historia rigiendo su vida conforme a una imagen inmóvil de la que ellos mismos no son más que una copia. Es posible que no solamente todos los libros sean la misma historia sino también la misma metáfora del hombre inmóvil entrenador de perros a cuya imagen y semejanza…

El hijo esta tendido en completa oscuridad. Con sus párpados cerrados pasan fugazmente por sus pupilas recuerdos en una comunidad religiosa. También pasan, alternándose con ellos, imágenes de su cuerpo siendo castigado conforme a las descripciones proféticas del libro sagrado de dicha comunidad.
Torpemente se levanta de la cama. Dos minutos después regresa del baño. Poniendo las rodillas en el piso, los antebrazos en el borde del colchón, repite con el rostro compungido una formula litúrgica. Vuelve a acostarse pero no llega a dormir. Nuevamente se levanta de la cama, quiebra las rodillas en el piso y juntando las palmas abiertas de sus manos intenta cantar algunas estrofas de un himno evangélico.
En otra habitación el padre despierta. Reconoce el esfuerzo inútil del hijo por seguir la letra de una melodía y busca debajo de su cama las hojotas que patio una hora atrás al regresar del baño. En la misma oportunidad que también tumbó con el codo una botella semivacía de vino. Saca el cinto de cuero del pantalón revuelto entre las mantas en la punta de la cama y camina hasta el cuarto del hijo, quien al escuchar los pasos deja de cantar, sin disminuir su reciente fervor religioso. El padre regresa a su habitación.

miércoles, 11 de mayo de 2011

catástrofe

Caminé de la cocina al cuarto y le dije que faltaban veinte minutos
para que estuviera la comida,
ella giró en la cama y se cubrió con la frazada.
Caminé de la cocina al cuarto y le dije que faltaban diez minutos
para sacar las milanesas del horno.
Un rato después apagué el fuego y regresé una vez más
para avisar que estaba todo listo
ella dijo que bueno.
No tardó demasiado en el baño y se sentó a la mesa
Antes que la comida se enfriara


Dije que había llamado su vieja y esperé que pasara el silencio
Dije cuatro o cinco cosas más y siempre después de cada una
esperé que pasara el silencio mirando el pedazo de pan desgarrado
al lado de la soda, la hoja de lechuga erguida en el plato.
La percepción a veces flota en los objetos,
como si en cada uno particularmente hubiera ocurrido una catástrofe
Me siento raro le dije
Raro cómo preguntó
Como un búho embalsamado con las alas abiertas dije
y me fuí a tirar a la cama con los ojos
llorosos a recordar lo que había pensado durante ese mismo almuerzo


Luego llegó la estúpida literatura que intento hacer de ello
una excusa poética
La literatura no se hace con la voluntad leí de Bellatín
unos días después y ahí se terminó todo.

Aquel mediodía después del almuerzo
tirado boca abajo en la cama
las frases que pensaba se fueron fragmentando
Y entre fragmento y fragmento no hubo más relación
que una risa patológica, definitivamente demente
como si varias drogas duras
se hubieran mezclado en mi cabeza

jueves, 10 de febrero de 2011

Extracto de "Que dificil ser vos"

"...Puedo seguir así todo el día, pensando desvaríos mientras cito, una y otra vez, mis propias palabras. Aunque seguramente no sean mis palabras sino las de otro. Porque ya esta todo escrito, ya esta todo dicho, y pararse en los hombros de gigantes signifique repetir exactamente toda una larga y aburrida existencia lo que otros dijeron hasta poder decir, en un momento de lucidez extrema, tal vez antes de morir, algo original. Unos segundos antes de que otro nos robe estas palabras. Todo culpa de tener un Dios que a pesar de ser insoportablemente omnipresente, inútilmente todopoderoso, cansadoramente eterno, no sabe contar, porque es evidente que somos demasiados."