martes, 20 de julio de 2010

El sueño de Estolón

Una noche Abelardo olvido cerrar la ventana de su cuarto. La que Estolón habría todas las noches para que Abelardo piense en las insignificancias de su espíritu delante del inconmensurable universo. Abelardo quedo profundamente dormido pero algunos golpes repetidos de la ventana contra la pared, de alguna forma, repercutieron en su sueño para recordarle un cosmos repleto de estrellas, donde las constelaciones se aglutinaban como manchas informes. En el centro mismo de aquel universo, Abelardo soñó con Eloísa que permanecía tiesa e inconmensurablemente bella.
En lo profundo del cuerpo de Eloísa Abelardo soñó a su misma alma desgastada por el esfuerzo de recorrer día y noche las escurridizas líneas de sentido del libro de los libros. Eloisa por otro lado seguía siendo virgen, pura e inocente, como una rosa en el medio de un desierto que nunca fue vista por mirada de hombre. Sus piernas permanecieron así, irremediablemente abiertas en el preciso centro del universo, donde Abelardo imaginó justamente a su alma. Hasta que una catástrofe cósmica de sentido disolvió tanto el alma de Abelardo como la virginidad de su amada Eloísa para el resto de los siglos de los siglos como le gustaba decir a Estolón

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