martes, 9 de octubre de 2007

Probablemente aparecí sin motivo, caído de algún fantasma o de una frase a medio terminar. La plaza era un rayo de sol que hacía todo en la inmovilidad de una imagen brillante. Es todo lo que se puede hacer.
Se movió unos centímetros hacia la derecho y dejo sobre la gramilla el final de todo eso. No había comenzado pero estaba todo dicho. Cualquiera de las diez palabras que podía decir sería demasiado, se le quedaría pegada como un chicle en la pared de un estomago a quien el sol abandonaría por una sombra alargada.
No me conozco, no te conozco y no conozco el mundo pero juraría que acá se mezclan y confunden demasiadas edades de mi vida, demasiados años. Y eso no es bueno si tiene que ser todo como siempre.
Ella arrastró el pie algunos centímetros por la tierra y esperó. Yo debía pensar en su espera y comenzar de nuevo.

El sol empujaba la mitad de una hamaca en la que dos chicos jugaban a suicidarse desde el amanecer, eso no es bueno pensé si tiene que ser todo como siempre. Ella lo entendió y dejo de mover el pie, dejo de pensar y dejo de sentir.
Yo la acerque hacia mí como siempre y quedo acostada en la tierra.

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